11/7/19

ADELANTO DE NOVELA "ALMAS SALVAJES. TRISKELION LAS RELIQUIAS PERDIDAS Y EL VELO DEL TIEMPO.








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" Deja que las colinas celtas te seduzcan y sumérgete en este apasionante thriller a través de los tiempos. Aquí les llega lo prometido mis queridos lectores y seguidores. Sigue leyendo para encontrar el adelanto de mi nueva novela.   
Elizabeth Hay.

ALMAS SALVAJES
Triskelion, las reliquias perdidas y el velo del tiempo.





Muy cerca de las inmediaciones de la desembocadura del río Liffey dejando atrás el pueblo costero de Howth rumbo hacia la costa de Malahide, una pequeña almadía singla las aguas tras el sonido corto y potente del remo que chapotea el mar al adentrarse dejando tras su acción el sonido constante de su avanzada que impulsa la barca hacia su destino. Un lánguido y enjuto remero con la vista clavada hacia el horizonte observa con detenimiento la sibilina silueta que se erige ante él, alta e impasible, cobijada por la sombra del anonimato que le otorga la larga y oscura toga con capucha que recubre su cuerpo; la presencia impertérrita del extraño tripulante lleva a su costado un candelero metálico con lumbre que le sirve para iluminar el tenebroso y umbrío entorno costero a su paso. A los lejos, a escasos minutos después emerge entre el denso follaje el avistamiento de una tierra coronada con tres cruces enormes celtas antiguas y casi como de entre la nada se yergue de repente la imagen de una silueta borrosa, alta y delgada que se mueve como un espejismo en el horizonte. Las nubes espesas que hasta hace escasos minutos taponeaban el manto estelar comienzan a disiparse como huyendo en el cielo poco a poco, dejando atisbar ahora un paisaje claroscuro bañado por los rayos iridiscentes de plata provenientes de la luna que a manera de haz luminoso baña con sus reflejos el claro proyectando sombras bailarinas mientras el bote flota sereno en el mar.
La nave tocó tierra, la imponente figura se puso en pie y osciló, unos pies saltaron del navío en medio de la opacidad silenciosa surgiendo de entre la arboleda la imagen ahora clara de un hombre sosteniendo una antorcha de cera que solo le iluminaba la perfilada nariz y los labios prietos. No tardó en hacer aparición el segundo sujeto escondido entre las sombras sujetando unas riendas alargadas de cuero atadas a un corcel negro, no muy lejos de los otros dos pura sangres y enormes caballos que bufaban y pastaban. Aquel hombre, el tercero, era mucho más bajo y recio con rostro macilento, nariz pronunciada y con una enorme cicatriz alargada que le atravesaba la mejilla derecha. El sujeto más bajo de la toga oscura extendió presto su mano depositando unas monedas que resplandecieron con el brillo metálico en las manos del remero, al mismo tiempo que el ignoto tripulante descendía del esquife y montaba el caballo ante el bufido de disconformidad que mostraba la bestia al sentir el peso sobre su lomo. Rápidamente emprendieron la marcha los tres jinetes, cabalgando momentos después, atravesando el camino rumbo hacia el castillo sin detenerse, hasta que en medio de las copas de los arboles se divisó como un gigante dormido, la imponente fortaleza de piedra de Malahide en medio del paisaje verde y agreste, rodeado de campos fértiles y vegetación densa que ahora lucía opaca y velada por una especie de bruma blanquecina nocturna que dificultaba la visión. Lo único que iluminaba el manto estelar era la luna llena, que con sus hilos de plata descendía dando la impresión de atisbar sombras irreales y formas extrañas sobre las superficies gélidas y rústicas de los muros empedrados con interiores estucados. El chirrido de una puerta de madera provocado por las antiguas vigas que cedían al paso abriéndose en la mitad de la noche les indicaba que todo iba según lo pactado. Poco a poco, un pequeño grupo de cinco encapuchados entraba en solitario al edificio de uno en uno, como guiados en una procesión en medio de la sobriedad que daba el esoterismo. Ya dentro del recinto de piedras, el anfitrión de la casa, el señor Talbot,  les condujo a través de un oscuro pasadizo en el que solo se lograba vislumbrar al final del largo pasillo la luz flameante de una de las antorchas que desvelaba de a poco y por trozos el oscuro y frío corredor. El propietario vestido completamente de negro y en completo mutismo tomó una de las antorchas que pendían de las paredes y recorrió con el grupo en solitario los pasajes atravesando las enormes torres con ventanales minúsculos alargados conduciéndoles cerca de la escalera de piedra hacia el Oak Room, la vieja habitación que era usada como capilla para la penitencia, que no era más que un gran salón oscuro y vacío ataviado de roble del suelo hasta el techo, con dibujos de origen flamenco que incluían seis paneles con imágenes de la Biblia que se encontraba en la dirección opuesta a los altos ventanales rectangulares y angostos que ahora lucían recubiertos con pesados cortinajes alargados de cuero. El salón estaba solo decorado por las dos enormes lámparas de forja de rueda y el juego de dos candelabros muy altos de tres pies con varios pinchos de metal en donde reposaban las velas clavadas que otorgaban lumbre a la habitación. El más alto de los cinco encapuchados de anchos hombros se detuvo cuando el señor Talbot deslizó uno de los paneles que daban un acceso oculto a una de las cámaras angostas y a los oscuros corredores que parecían extenderse más allá de la vista. El gigante encapuchado se dio la vuelta y elevó el rostro dejando ver sus ojos almendrados y oscuros por primera vez desde que había llegado, observando detenidamente a su anfitrión. El señor Talbot era un hombre sagaz, alto y fornido con larga barba grisácea y mirada inquisidora, que sin pronunciar palabras y enarcando una ceja les condujo diligente mostrándoles el pasadizo a seguir, dejándoles constar con solo una mirada que sus caminos se bifurcaban justo allí, y que sólo él y el resto de cinco encapuchados serían los únicos que se adentrarían más por el oscuro pasadizo rectangular. El señor Talbot inclinó la cabeza y dio un paso atrás sosteniendo el panel mientras los otros cinco hombres ingresaban cerrándose detrás de ellos el acceso secreto, quedándose el grupo completamente a oscuras en el interior. Los cinco encapuchados dieron unos seis pasos antes de alcanzar en la pared una tea con un paño previamente empapado de brea que les sirvió para encender la antorcha y proseguir su camino. Al final del recorrido llegaron a un habitáculo húmedo y umbrío que en el centro tenía una especie de pica de piedra que sobre sus cabezas era iluminada por la luz proveniente que se colaba directo por la hendidura cónica del techo, desembocando en una especie de altar. El ignoto situado a mano derecha del líder prosiguió a encender los candiles ornados con un recipiente que poseía un garfio que permitía colgarlos de las anillas metálicas en las paredes como lámparas votivas que permitían una trémula luz que se extendía iluminando solo un poco, creando una atmósfera cargada de ocultismo, como si cada uno de los integrantes invitados a esta ceremonia siguiese una especie de ritual en el cual, todos los miembros, salvo el quinto elemento, conocían todos los pasos a seguir y los ejecutaban en sincronía pasmosa. De entre las sombras a los pocos minutos emergió la imagen de un anciano enclenque que efectuaba las funciones de guardián y que caminaba jorobado llevando a cuestas una especie de manuscrito grueso y antiguo. La voz atronadora del líder retumbó en las paredes a manera de eco que se esparció en todas las direcciones mientras las llamas ardientes de las velas se reflejaban en cada uno de sus rostros desvelando sus identidades.
Estamos aquí reunidos los seis con el objetivo de forjar una alianza militar oculta e imperecedera que nos permitirá salir victoriosos y ser inmortales en nuestras tradiciones y cultos… Nuestra amenaza real son los «sassenachs», que nos están llevando a la extinción de nuestra raza y nuestra lengua, y eso no podemos permitirlo; algunos necios, líderes poderosos, insisten en crear alianzas y continúan batallando, ganando y perdiendo luchas que solo nos llevan al desgaste y a la muerte. Nosotros los aquí reunidos hemos acordado unirnos y defender nuestro territorio y el poderío y control de nuestras tierras convirtiéndonos en conjurados. Al practicar este ritual, todas las partes aquí presentes nos convertiremos en "hermanos de sangre” y velaremos para el cumplimiento del mismo pacto de generación en generación. Un «pact de snaggier» es un pacto sagrado, y en el preciso momento en que se solemnice todo por medio de ritual quedará claro que lo que pertenece a una de las partes del pacto quedará de hoy en adelante a disposición de todos los hermanos, y que los destinos de todos pasarán a estar unidos desde este preciso momento en algo perpetuo e indisoluble que se trasmitirá a los hijos de sus hijos hasta la tercera o cuarta generación que lo respetarán y lo guardarán como dictan las escrituras. Queda claro para todos los aquí reunidos que bajo ningún concepto ninguno de nosotros puede aprovecharse del pacto o romperlo; en otras palabras, esta hermandad de sangre es un pacto que no se puede anular. Al mismo tiempo, ninguno de los hermanos reunidos aquí, pedirá nunca nada a ningún otro hermano, a menos que se viese absolutamente forzado a hacerlo por necesidad.
Todos allí presentes se acercaron y se formaron en forma de un círculo, de dentro de los pliegues de sus túnicas gruesas oscuras sacaron una daga y se perforaron los pulgares uniéndolos y lamiendo el dedo del compañero más próximo a su izquierda.  El viejo guardián del libro sagrado se acercó acto seguido con el cuerpo de un niño en los brazos que estiraba sus bracitos y piernitas precedido de un ligero gorjeo. El techo estaba abierto en el centro, por el se derramaba la luz lunar sobre el cuerpo del niño que era colocado desnudo sobre un ara de la grisácea pica de piedra. Junto a él, el más alto, el líder, murmuró las palabras rituales en medio del círculo alumbrado por las trémulas llamaradas de las velas. El resto de los conjurados presentes repetían las frases y las letanías una a una, todos unidos en una conjura por obtener el poder de expulsar a los grupos enemigos y restablecer el poderío absoluto de las tierras para conservar y aumentar las posesiones, todos unidos sellaron esa noche su traición a Rory, el gran rey supremo de Ériu mediante el sacrificio de sangre. Un puñal brilló en la noche, un destello fugaz se vio seguido de un leve gemido. La sangre y las vísceras se vertieron en una copa mezclada con vino previamente servido. Uno a uno, todos los conjurados perforaron sus muñecas con un fino corte horizontal, presionando la herida hasta verter unas gotas de sus sangres en el mismo recipiente bermejo, mezclándose las respectivas sangres de cada uno en una mezcolanza amalgamada y viscosa, creando el elixir de la vida nueva a partir de hoy de la que todos beberían uno a uno hasta acabarse la última gota. Una corriente de aire que se coló en el habitáculo apagó momentáneamente la lumbre de las velas dejando todo en una oscuridad momentánea, los conjurados con los dientes tinturados y las sonrisas prendadas en sus rostros sellaban sus destinos. Ya estaba todo hecho y dicho, eran hermanos de sangre, sus destinos estarían asociados desde ese momento para siempre. Ninguno de los allí reunidos se atrevería en el futuro a romper el pacto.

« No existe una unión más fuerte que la sangre. Por medio de ella llevamos a cabo un pacto supremo entre el alma y el cuerpo. Desde los inicios ancestrales todas las civilizaciones se han forjado con sangre. En las culturas primitivas la sangre sella los pactos de colaboración, de unión, de supremacía y sumisión, de guerras y conquistas, de esoterismo y misticismo. La sangre crea los lazos invisibles en unión tribal y es la forjadora del nacimiento de los clanes. Pero no todo aquello es parte del pasado. La sangre crea un vínculo indisoluble y fuerte en todos los niveles de la vida y ha sido asociado en el pasado a los llamados pactos de sangre, que no son solo propios de las culturas primitivas, aún son latentes pero ocultos en nuestros días. La época clásica de Occidente y Oriente, la raíz de nuestra cultura actual occidental, la civilización que mostró a los hombres la luz de la filosofía, de la alquimia, de la matemática, la poesía y el arte, dio muestras de actos atroces y espeluznantes holocaustos forjados y labrados por medio de la sangre, aquel líquido vital dador de vida. Hoy en el siglo XXI  y a pesar de ser un reconocido criptólogo historiador, orador y director del centro de estudios irlandeses y escoceses en la afamada Trinity College of Dublin.  Nadie mejor que yo, conoce a ciencia cierta las condiciones y los efectos de la rotura de uno de estos ritos litúrgicos considerados paganos en nuestros días, pero que en algún momento de los albores de nuestra historia, en eso que llamamos el ciclo de ir y venir del tiempo eran lo más normal en el día a día de los pueblos y clanes. Aquellos lazos de sangre cualquiera fuera su naturaleza constituía mucho más que un juramento, una promesa indestructible en la que ambos contrayentes encarnados debían mantenerse unidos bajo el previo juramento hasta la muerte. De ser desecho aquel pacto intrínsecamente ligado quedarían expuestos a las consecuencias nefastas inherentes. Pero, ¿qué puede hacerse cuando aquellos pactos no nacen de la previa aceptación de las partes?, sino más bien de todo lo contrario, de pactos obligados carentes de voluntad por medio de la sumisión de terceros sin ninguna opción por medio de las partes contrayentes….  Desobedecer, resistir y dar batalla asumiendo las consecuencias.  La resistencia es la oposición a un agente externo para intentar impedir la finalización de la labor encomendada con el solo fin de que ésta, no se concrete, desafiando a quien quiera que sea y al mundo entero si fuese necesario, porque las situaciones desesperadas, requieren de medidas desesperadas, y más cuando estas nacen de un sentimiento tan profundo y fuerte como el amor… Si te digo que la conexión cósmica no es una falacia, que las almas gemelas y rebeldes existen, que la maldad siempre dice venir de la mano de la verdad y la razón para justificar sus atroces actos, que la felicidad son solo momentos robados de tiempos truculentos, algunas veces envueltos en misteriosos caminos intrincados… Que el sufrimiento, el dolor y las pérdidas nos permitirán reconocer lo invaluable pero nos lastimará sin poder evitarlo. Que la naturaleza, aquella esencia etérea, salvaje e indomable y superior en armoniosa concepción nos devolverá con creces de la manera menos pensada lo que le estamos quitando... Y que yo, el vikingo errante, el alma indómita e idealista peregrinaré incansable en cada vida, para pagar el precio por volver a encontrarte».



" Sabías que... Triskelion es un símbolo muy antiguo que posee múltiples significados y funciones y es utilizado para proteger y contener objetos e incluso espíritus poderosos. Es un motivo artístico que consiste en tres espirales unidas, tres piernas humanas dobladas o tres líneas extendidas o dobladas desde el centro del símbolo. La palabra proviene del griego triskelés τρισκελής que significa "tres piernas", del prefijo "τρι-"( tri-) tres veces y "σκέλος" (skelos) pierna. A pesar de que aparece en varios lugares y periodos incluyendo en el 3200 a. C en Newgrange, y es parte característica esencial del arte céltico de la cultura de  "La Tène" de la  Edad de Hierro. Se incluye en el escudo de la Isla de Man, y con una cara central de medusa en el de la isla italiana de Sicilia. Según la cultura celta, el triskelion representa la evolución y el crecimiento, el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. Manifiesta el principio y el fin, la eterna evolución y el aprendizaje perpetuo.



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